Hace unos días, leía en LinkedIn la interesante reflexión de Javier Cuesta, experto en carreras profesionales, sobre algunos de los factores a tener en cuenta de cara a la negociación de un sueldo.
Entre otras cosas, Javier recomendaba estudiar el mercado para averiguar qué salario se suele pagar para el puesto que nos interesa.
A pesar de que, de un lado, diría que se trata de un consejo bastante sensato, del otro, me temo que nos podría inducir a una falacia bastante peligrosa.
De hecho, esa recomendación no parece tener en cuenta el caso en que el susodicho mercado no sabe —o hace como si no supiera— lo que se necesita realmente para llevar a cabo el trabajo en cuestión.
Sea por falta de conocimiento, sea por falta de objetividad, puede pasar, entonces, que se tienda a infravalorar —impune y sistemáticamente— unos roles determinados, y que se acabe generando una situación de malentendidos e injusticias que, de ser normalizada, ya sería muy difícil de revertir.
Por tanto, como que creo que no está bien perpetuar esos desajustes ni utilizar la excusa de la ley de la oferta y la demanda para justificar lo que (tanto si es por desconocimiento, como si es por malicia) no deja de ser un abuso, aprovecho para recordar que no basta con cascar huevos para hacer una tortilla.
Y ahí lo dejo…