Confieso que me cuesta cada vez más entender la facilidad con la que algunas personas tienden a tratar cifras hipotéticas (y, a estas alturas, imposibles de demostrar) como si fueran verdades absolutas, negándose al mismo tiempo a aceptar, analizar e interpretar con espíritu crítico los hechos reales que están pasando a su alrededor.
Da igual las carreras y los másteres que tengan (ingeniería, economía, administración de empresas…): de repente, como si de certezas irrefutables se tratara, una plétora de “números imaginarios” pasan a ser más importantes que los pocos “números reales” a disposición.
No entiendo esa fe en lo que podría haber sido.
No comparto el miedo que la ha producido.
Pero sí me preocupa la involución intelectual en la que nos han metido.
Lo peor de todo es que esas personas no dudan de nada. Nunca.
Y como que creen tener ya todas las respuestas, tampoco (se) hacen preguntas.
Yo en cambio creo que no está nada mal, de vez en cuando, exigir ver la señal de los clavos.
Pues sí, últimamente echo muy en falta a Tomás el apóstol…
Tener fe significa no querer saber la verdad.
Friedrich Nietzsche
